2-3-2020
Children of
the Monsoon
de David Jimenez
NOTA DE LEITURA
David Jimenez nasceu em Barcelona em 11 de
Janeiro de 1971 e formou-se em Jornalismo na Universidade da mesma
cidade. Após a licenciatura, foi trabalhar para
jornal El Mundo mas em Outubro de 1998 foi enviado como repórter
do jornal para a Ásia. Ali permaneceu até 2014. Foi o primeiro repórter
do jornal naquela zona e cobriu acontecimentos relevantes em muitos
países. Regressou à pátria para dirigir o jornal El Mundo, mas
incompatibilizou-se com os representantes dos proprietários e também com
alguns dos jornalistas que haviam sido seus colegas, conforme referi em
http://arlindo-correia.com/030220.html.
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30 noviembre, 2011
Hijos del monzón
http://www.leeryviajar.com/periodismo/hijos-del-monzon/
30
noviembre 2011
Título:Hijos del
Monzón
Autor: David Jiménez
Reseña hecha por : Iván Marcos @ivanmarcos
El periodismo desde siempre ha tenido una parte muy ligada a los viajes, ya
desde los tiempos de Heródoto el
informar y contar historias iba inseparable al aventurarse en tierras lejanas y
a menudo extrañas. Siempre ha existido un perfil de periodistas que nada
pegaban en la redacción de un periódico o de una televisión, y es que hay
gente inquieta por naturaleza a las que estar entre cuatro paredes les produce
claustrofobia. Quizá sea que me identifico desde siempre con los reporteros y
corresponsales, pero siempre me he sentido cerca de
una clase de periodistas de raza que tienen el mundo por montera. Y es en ese
espacio y bajo esas miradas donde tienen lugar muchos grandes nombres,
historias, viajes y libros.
Mi vida( aprendizaje y viajes) quiera o no se ha visto influenciada por algunos
de ellos, y es que considero que muchos de esos viajeros- escritores-
corresponsales me han educado mucho más que cualquier profesor de Universidad. A
veces uno no sabe si es un escritor que viaja o un viajero que escribe, es
difuso ese espacio donde está la frontera que separa una actividad de la otra.
Quizá uno aprende más desde las páginas de Hemingway , Orwell, Kapuscinski o
Leguineche que desde los textos educativos que buscan patrones repetitivos
de un sistema atrofiado.
Dentro de la Tribu de reporteros hay que decir que en España tenemos a algunos
de los grandes, desgraciadamente muchos han muerto ejerciendo su profesión: Juantxo
Rodriguez, Miguel Gil, Julio Fuentes, Ricardo
Ortega, Julio
Anguita Parrado, José Couso….,
una lista demasiado grande. Pero entre los que pudieron sobrevivir a guerras y
desastres diversos tenemos a grandes nombres de nuestra historia reciente: Manuel Leguineche, Arturo Pérez-Reverte, José Luis
Márquez, Gervasio Sánchez, Miguel de la Quadra Salcedo,
o el autor del presente libro: David Jiménez, corresponsal de «El Mundo» en
Asia.
La navidad pasada llegaba a mis manos en forma de regalo »
El Botones de Kabul» y
ese libro me llevaba a una novela que iba directamente al corazón de
ávido lector que soy. Allí estaba yo ante la prosa auténtica y
sincera de David, y desde las primeras páginas se veía que son las palabras de quien ha vivido
en carne propia lo que escribe: El haber estado dentro del infierno
de la capital afgana . La semana pasada disfrutaba de un libro memorable,
era su primera obra: «Hijos del Monzón» , un libro que entre otras cosas ganaba
el Premio de literatura de viajes Camino del Cid en 2008.
Llevaba tiempo con muchas ganas de leer esas historias reales del continente
asiático.
El libro me recordaba sin duda ya en la contraportada a aquel otro libro de Manu
Leguineche «Los ángeles perdidos» . Unas historias y
realidades en las que se hablaba de forma directa de la explotación que sufren
los niños en el mundo.
La presente obra de David Jiménez es un libro con diez historias de niños
con nombres y apellidos . Historias extremadamente duras, complejas,
desgarradoras y llenas de dolor. Niños con infancias robadas que nos
llevan a algunos entornos de un continente asiático que emerge como nuevo centro
económico mundial. Pero como bien nos dice el libro » Hijos del monzón es la
historia de quienes no han logrado subirse al tren de las oportunidades y que
han sido a menudo aplastados por un modelo de sociedad que les ha hurtado la
voz».
Estamos ante diez niños que nos llevan en un desgarrador viaje a sus
países, vidas que concuerdan muchas veces con aquel título de Manu Leguineche
» El Club de los faltos de cariño».
El libro «Hijos del
Monzón» nos lleva de forma directa a Asia y a diez
niños, a diez países y a unas historias tan duras y
reales como la vida misma.
El capítulo primero lleva
por nombre Vothy y viajamos al
corazón de Phnom Penh, la capital de
Camboya, a sus problemas sociales directos por medio de la vida de
madre e hija enfermas de ese grave problema global llamado
SIDA. Enfermedad que acecha en muchos rincones y que tiene en el conocido
como hospital ruso al lugar donde yacen decenas o
cientos de enfermos terminales. Son esas vidas rotas e historias
olvidadas por la mass media con la que empiezo el libro. Algunas de esas
vidas como bien nos dice David nos llevan a ver como el SIDA que asoló
Camboya fue llevado muchas veces por soldados de los cuerpos de paz de las
Naciones Unidas. Soldados que operaban con total impunidad ante la pasividad de
los organismos internacionales y de la burocracia corrupta e institucionalizado
que miraba para otro lado cuando los cascos azules abusaban de las pobres
mujeres camboyanas.
El segundo capítulo lleva por título » Chuan- el invencible» y nos lleva a Tailandia, al corazón y vida robada de un niño
convertido en luchador de Thai Boxing. Es allí, en los alrededores de Bangkok
donde ocurren algunos hechos demoledores para un niño que no levanta dos palmos
del suelo y que es obligado por un sistema injusto y cruel a vestirse de corto y
darle a los puños y patadas para poder comer. Todo ello en las cercanías de una
ciudad a la que tanto amo por la sonrisa y corazón de sus
gentes.
El capítulo tres nos lleva a Filipinas y lleva por título Reneboy, no nos vamos a las playas preciosas y a los
fondos cristalinos que son paraíso de los buceadores. En este capítulo nos
lleva al infierno de un vertedero donde los niños conviven con los desechos de
la ciudad, donde los bebes deben tener sus cunas en altura ante el peligro de
las ratas. No hay espacio para los juegos o la escuela, las vidas de ciertos
niños consiste simplemente en recolectar basura de sol a sol para poder comer.
Es allí en montañas de la inmundicia donde también están enterrados
decenas de cuerpos aplastados por los derrumbamientos de esas motañas de
desperdicios y de misería.
El capítulo cuatro lleva por título Teddy y nos lleva a Indonesia, allí sufrimos la muerte de un joven
estudiante universitario que lucha por las reformas y la libertad. La búsqueda
de un futuro mejor necesita una vez más del valor de Univesitarios que se ponen
delante de la opresión y las dictaduras. Un estudiante más que se planta
ante los desmanes de un gobierno dictado por la fuerza y apoyado por un ejército
que dispara a matar a los manifestantes que se atreven a desafiar al poder de la
corrupción y las armas.
El capítulo cinco nos lleva a Afganistán, lleva por nombre Mariam y nos lleva a la extremada dureza de la vida y
las gentes del pueblo afgano. Un país que sufre desde hace décadas la guerra, la
crueldad extrema y los abusos del extremismo y la religión. Mientras los niños
de occidente identifican los aviones con vacaciones y viajar , los pobres niños
afganos como Mariam identifican a los aviones con muerte, con destrucción y con
bombas.
Todavía llevamos cinco capìtulos y estando en la mitad del libro mi corazón y
alma viajan lejos. Me acuerdo de muchas historias personales que tuve la suerte
( o desgracia)de ver, sentir y vivir durante la vuelta al mundo.
En esos momentos, me reconforta leer el libro que tengo entre las manos y
veo en la forma de escribir de David a la de un humanista y viajero de
raza. Siento en cada página que leo esa capacidad innata de contar lo que
ya casi nadie nos cuenta en prensa, radio o televisión. Son libros como el
que estoy leyendo los que me hacen seguir viendo en ciertos libros a esa
mirada especial llena de humanismo y de valores. Sigo leyendo y pienso que me
quedan cinco capítulos más y que voy a seguir viajando por la realidad del
mundo.
Es un joven Yeshe quien abre el sexto capítulo, en sus páginas y en su vida nos vamos a Lhasa, a conocer la ocupación China en Tibet.
Es allí, donde tras la vida e inocencia de un niño nos encontramos
con la opresión que sufren los monjes, el propio Dalai Lama y la cultura
tibetana. China controla con mano de hierro al Tibet, y una colonización está
ocurriendo a marchas forzosas, la que hace el gobierno chino por medio de
ciudadanos de étnia han que
desplazan a los tibetanos que aún no han optado por el exilio en
Dharmasala ( la localidad de India donde viven los tibetanos exiliados ,
incluido el popio Dalai Lama).
El capítulo siete nos lleva a Ulan Bator con un niño de
nombre » Belleza eterna».La capital de Mongolia me recibía en su estación de trenes
con el legendario viaje que hice a
lomos del Transiberiano. Pero lo que oculta Ulan Bator sobre su
primera fachada y sus calles es un subsuelo donde decenas o cientos de niños
viven en alcantarillas como si de ratas se tratara. Son estos niños de la
calle los que sufren como nadie en esta ciudad que en invierno puede llegar a
bajar de los 40 grados bajo cero. El legado y la vida de los nómadas de los
inmensos paisajes del Gobi parecen una quimera utópica para estos niños que
duermen sobre las tuberias del subsuelo y que sufren como pocos.
Corea del Norte se
convierte en la historia del octavo capítulo que
lleva el nombre de Kim. Cuesta pensar en
el otro Kim de Kipling, pero es probable que no exista ningún libro de orígen
extranjero en las Universidades o en las inexistentes librerías o
bibliotecas de todo el país. Y es que Corea del norte es una prisión estado
donde muchos ciudadanos pretenden escapar, es el caso de Kim que logra llegar a
tierra de China donde es acogido por una familia de buen corazón. La dictadura
China es un paraíso de libertades si se compara con el experimento estalinista
de Corea del Norte que desgraciadamente sigue vigente en pleno siglo XXI.
El mundo se rinde ya en pleno 2011 al poder económico de China, el gigante
asiático es el protagonista del capítulo nueve por
medio de la vida de Chaojun y su familia.
Desde que Mao puso sus planes en marcha, la inmensa China ha pasado
de ser el tercer mundo a codearse con Estados Unidos y la vieja Europa. Pero más
allá del dinero salen las realidades de millones de historias olvidadas, salen
medallas olímpicas y niños prodigios que tocan el piano como ángeles, pero hay
un lígero problema cuando se les pregunta qué sienten al tocar: la respuesta es
NO SIENTO NADA. Esa China que avanza endiosando al dinero y la fama pero
olvidando el alma humana. El pasado rico que fue aniquilado por Mao y sus
psicópatas de los guardianes rojos. Es esa vida de niños olvidados a pensar y
sentir para poder llegar a la cima y al dinero. Todo vale , aunque quizá
la esencia de su éxito sea totalmente equivocada. Pero los padres sueñan con que
sus niños sean los mejores en algo, aunque sea a costa de robarles su alma , su
tiempo y su vida.
El último capítulo que hace el número diez y que
cierra el libro es el de Man Hon, es una
historia no menos real y dura que muchas de las anteriores. Es una
historia que va a camino entre dos ciudades que ahora se supone que son
parte del mismo país: China. Pero a pesar de que Hong Kong y Shenzhen les separan
pocos kilómetros estamos ante dos mundos y dos formas distintas. Se trata de un
niño indefenso y con problemas de deficiencia mental que no sabe que se ha
extraviado y que ha cruzado la frontera. Ha pasado de Hong Khong a China sin
saberlo, no sabe hablar, ni escribir, ni quién es. Para los agentes que lo
encontraron en China tenía algo que ocultar un adolescente que no hablaba,
los policias le golpearon durante horas, de madrugada lo llevaban a un
hospital donde fallecía. Su madre sigue buscando al pobre Man Hon sin hacer caso
a un hombre que le dijo que las cosas funcionan de forma diferente en
función del lado del que vengas de la frontera…
Diez historias, diez países, diez niños, todos ellos son hijos del monzón. Vidas
robadas por un sistema cruel, injusto y macabro. Tenemos la suerte de que un
gran corresponsal y viajero como David nos las muestre. Solamente hay que acudir
a una librería o a una biblioteca pública para conocerlas y poder
disfrutar con un libro maravilloso , noble y humano.
LIBRO DE
RELATOS DEL CORRESPONSAL DE EL MUNDO EN ASIA
Actualizado jueves 13/12/2007 06:39 (CET
DANIEL G. LIFONA
MADRID.-
"Sokgan no ha
comprendido nunca cómo ese hombre enclenque y debilucho que le prometió una
nueva vida en la ciudad guardaba fuerzas tras su dura jornada de trabajo para
pedalear otros 11 kilómetros hasta los prostíbulos de Svay Pak, en las afueras
de Phnom Penh, y gastarse allí la recaudación del día. Pero ya es tarde para
lamentarse. Thai debió introducir el sida en casa muy pronto, porque Vothy, su
hija de cinco años, nació con el virus VIH".
Estas escalofriantes líneas son sólo un fragmento de
una de las 10 desgarradoras historias contenidas en 'Hijos del monzón',
un emocionante libro escrito por el periodista David
Jiménez sobre
niños como Vothy que no son dueños de su destino. Los protagonistas de cada
relato tienen un par de cosas en común: todos son niños asiáticos y,
además, todos son víctimas de la pobreza en algunos de los lugares más
miserables del planeta, lo que les convierte en seres invisibles para
el resto del mundo.
Según el propio David Jiménez, corresponsal
de EL MUNDO en Asia, "el libro no es -ni pretende ser- un retrato fiel"
del continente asiático o de sus gentes. Jiménez explica que "Asia es demasiado
grande, diversa y compleja para describirla en mil artículos o un libro". 'Hijos
del monzón' (Ed. Kailas) relata la vida de quienes no han conseguido subirse a
ese tren de las oportunidades que ha supuesto "la mayor, más rápida y exitosa
transformación de un continente en la historia de la humanidad". Porque la
historia de estos niños, llena de coraje y dignidad, también merece ser contada.
"Reneboy jamás ha sentido el estómago lleno. Sí un
poco de arroz por aquí, tal vez algo de pollo en Navidad, pero siempre hay sitio
para más en su estómago. A pesar de todo, Reneboy se sienta en el suelo y no
protesta. Mira el plato de su hermana y se dirige a su madre como si tuviera que
pedir perdón porque tampoco para ella hay suficiente. "Mamá. Mañana voy
a trabajar mucho", dice buscando la aprobación de la madre. "Sí,
Reneboy, mañana..."
Reneboy tiene 10 años y es otro de los protagonistas
de 'Hijos del monzón'. Como al resto de niños que aparecen en el libro, David
Jiménez volvió a buscarlo después de varios años. Tenía la esperanza de
no encontrarlo en el mismo basurero de Manila, el mayor vertedero Filipinas y
donde más de 80.000 personas sobreviven hurgando entre los desperdicios. Pero
allí seguía, en la inmensa montaña de inmundicia a la que llaman la Tierra
Prometida. "Cuando cumpla 17 años me alistaré en el Ejército y me marcharé para
siempre".
En el mejor de los casos, los hijos del monzón, la
estación lluviosa que todo lo da y todo lo quita, siguen vivos y han alcanzado
sus sueños. Como la china Chajoun ("mejor que un hombre"), que
con 10 años se convirtió en un prodigio del piano "en un país donde 1.400
millones de personas hacen del triunfo una excepción". Pero otros menos
afortunados, como Chuan
'el Invencible',
siguen nadando a la deriva en busca de su 'oportunidad'.
Chuan tiene
12 años y vive en un campamento (llamarlo
academia sería demasiado decir) de 'muay thai', el deporte nacional de
Tailandia. Los padres de Chuan lo enviaron a Bangkok con la
esperanza de que se convierta en un campeón de boxeo y saque a la familia de la
pobreza. Pero nadie preguntó al pequeño, que sólo pesa 30 kilos,
si le gusta ser golpeado con los puños, codos y rodillas, si no prefiere ser
como los demás niños, ir a la escuela y vivir con sus padres.
"Todos los combates son iguales. 'El
Invencible' sube al ring, escucha la campana y queda como paralizado.
Es como si, una vez arriba, el miedo le atenazara. Sus ojos dicen: ¿Cómo
explicar que no quiero seguir?". Después de siete combates, ha sufrido siete
derrotas, siete palizas sobre su enjuto y desnutrido cuerpo. Su próxima pelea,
la octava, es una nueva oportunidad de "cruzar el puente de cristal que lleva a
los sueños". Su rival, 'el Tigre de Supanburi', ha participado en ocho
peleas y las ha ganado todas. "Las apuestas están diez a uno en contra
del 'Invencible'. Si pierde de nuevo, podría ser enviado a su casa" con sus
padres, con el estigma del fracaso.
Todas las historias de 'Hijos del monzón' son
reales, reportajes que fueron publicados en EL MUNDO y que, todos juntos, forman
"una obra periodística imprescindible a la altura del mejor reporterismo
literario (Mailer, Capote, Kapuscinski)". Lo dijo Pedro J. Ramírez,
director de EL MUNDO, durante la presentación del libro en la sede de
Casa Asia en Madrid. Ramírez confesó haberse emocionado al leer el libro y dijo
que "si pudiera adoptar a alguno de los 'Hijos del monzón' ayudaría a
Chuan 'el Invencible". "Curioso apodo para un niño aterrorizado que
nunca había ganado un combate".
Ángel
Fernández Fermoselle, periodista y presidente de Kailas Editorial,
también elogió la obra de David Jiménez y aseguró que cuando leyó el manuscrito
por primera vez supo enseguida que tenía que editar el libro. "Hijos del monzón'
es una de nuestras mejores publicaciones. Nos sentimos muy satisfechos de haber
editado este libro y damos las gracias a David por habernos conmovido con el
testimonio de niños que, a pesar de soportar penurias extremas, conservan el
valor y la dignidad".
Miguel Ángel Mellado, vicedirector de EL MUNDO,
destacó la obra de Jiménez como "un manual para periodistas que
debería sustituir a algunas materias obligatorias de la Universidad y que,
además, dignifica la profesión". También es, dijo, un "aldabonazo para nuestras
conciencias relajadas".
David Jiménez
(Barcelona, 1971) es corresponsal
de EL MUNDO en Asia desde
1998 y ha cubierto para este diario numerosos conflictos y catástrofes como el
tsunami que arrasó las costas del continente asiático en 2004 o, más
recientemente, la revolución
de los monjes budistas en Birmania.
"El destino de muchos de estos niños fue robado por personas que decidieron su
futuro en despachos situados a miles de kilómetros de distancia. Personas que ni
siquiera sabrían situar esos países en el mapa".
Ahora ya lo saben.
o